Crónica de la Copa de Oro
Comienza la ceremonia de los himnos. Aquí sí no nos podrán ganar nunca. Esa bandera tricolor con nuestra historia grabada ondea orgullosa y oronda donde la pongan. El águila y la serpiente, en la bandera, en las monedas, en el rostro, en el alma. En el Campo del Soldado (Chicago), Joseph Blatter saluda a los jugadores, que la cortesía es primero.
Hay espacios vacíos en las tribunas, aunque en los presentes hay más simpatizantes verdes que azules. El himno nacional mexicano extiende sobre el campo una alfombra de patriotismo. Festivo, alegre, banderas, sombreros, trompetas. Todos cantan efusivos. Luego el de USA, tan solemne, tan clásico, algunas banderas, algunos cantan. Se perfila ahí otra diferencia de temperamento. Quizá el mismo sentir pero en definitiva otra forma de vivirlo y de expresarlo.
Anuncian las alineaciones. Hay una gran diferencia de talla. Sánchez, Osorio, Magallón, Bautista, Castillo, Guardado; Donovan, Bocanegra, Clark, Dempsey, entre otros.
La selección de Hugo Sánchez necesita entregar su mejor partido. Estados Unidos, campeón defensor, tiene un tipo de juego más europeo.
El árbitro guatemalteco Batres espera que la familia esté sentada frente a la televisión y justo cuando se han servido las botanas, el destape de las cervezas coincide con el silbatazo inicial. Todos a nuestras posiciones.
Una tempranera llegada de Jared por la izquierda arranca los gritos de la familia, vecinos y demás. Estados Unidos gana balones. Juegan más abiertos. Se marca la diferencia de estilo y ritmo cuando los gringos tienen la pelota. Ellos no tienen prisa, están en casa y se saben seguros.
Otra llegada, de Neri. México se muestra nervioso. Castillo impone velocidad. Para el minuto catorce, México tiene varias llegadas a la portería contraria. Dos minutos después, una llegada de USA. Ambos juegan con dos líneas de cuatro con dos hombres arriba.
Rafa Márquez intenta un gol de campo al minuto veinticuatro con la mala suerte de no haber sido informado que aunque esté en USA no está jugando futbol americano. El obvio contraataque los pesca descuidados. Minutos después, Pavel Pardo cobra una falta y la pelota se va de lado, como ocurre a veces que la pelota se va por la banda en los juegos de boliche. ¡Hay que decirles que se trata de futbol! Alguien haga algo.
Hugo, vestido en rosa mexicano, aparenta tranquilidad. Escogió un color intenso y singular como el espíritu mexica. Supongo que ahora comprende que no es lo mismo ser campeón con el Realmadrid que ser técnico; hablar desde el asiento de su casa y prometer campeonatos que estuvo muy lejos de conseguir.
Neri Castillo avanza, pase para Guardado. El primer gol señala el camino de la esperanza y da permiso a la familia para celebrar. Comentarios de medio tiempo. Todos, campeones del control remoto y poseedores de la verdad absoluta. Las exageraciones instalan lo mismo halagos que improperios. Los niños buscan su psp, las niñas colorean cuentos de princesas.
Empieza el segundo tiempo. La danza del balón sigue su curso. La generosidad del pueblo mexicano se patentiza: regalamos un penalti y con ello el empate. Osvaldo dirige sus esfuerzos a la derecha, el 10 villano de siempre, Donovan, se anota un 10. La familia apuesta al tiempo extra. Las cervezas ya están frías lo mismo que los ánimos de mis acompañantes. Cala el gol. El empate sabe a derrota. Los hielos se derriten en las bebidas como el ánimo de los jugadores. Las botanas se terminan en los platos, como se acaba la ilusión. Sólo van quedando las migajas.
Un cabezazo mutuo, mientras ambos jugadores perseguían en balón paraliza la escena. Es una metáfora dulce de cuando seguimos las metas. Solemos tropezar con quien persigue lo mismo y a veces ninguno alcanza lo que pretendía.
Un gol de Benny Feilhaber en el minuto 73 llega cargado de silencio para todos, hasta para la bebé que deja de llorar.
El marco de la portería de Osvaldo es un jugador disfrazado. Desvía dos buenos intentos de la ofensiva estadounidense y la matanza se queda en 2-1. Cuauhtémoc Blanco y Bautista entran en los últimos minutos. ¿Porqué no antes, Hugo? Prerrogativas que se volverán preguntas para toda la semana. Respuestas que serán disculpas disfrazadas de pretextos. El Bofo tuvo un claro intento. Cuatro minutos de compensación que no sirven de mucho. La familia se levanta de la sala de televisión, seguirán su domingo y olvidarán lo pasado, como todos los mexicanos. Total, el próximo miércoles ya tendrán un nuevo pretexto para juntarse, el partido México-Brasil, volverán a llenarse de esperanza. A creer, a ponerse la verde, a, como dicen todos, jugar nunca y perder como siempre.
Hoy jugamos, decimos en un plural incluyente; pero perdieron en singular excluyente. Sostenemos el dedo índice sobre quien vestido de rosa mexicano tendrá que volver en rojo bermellón. A ver si ya entendemos que en los partidos y en la vida no se gana a base de intentos, sino de goles y aciertos. Hugo queda en silencio pudiendo decir tanto en el idioma que aún no ha aprendido a conjugar.
NHR;Junio 25 de 2007