Wednesday, March 29, 2006

Soy Paul Hari

Tu viuda devolvió la carta y puso un teléfono para contactarla. Hablamos, compartimos lágrimas y anécdotas. Así supe que habías fallecido. Volver a verte fue una de las ilusiones que llevaba en la maleta cuando preparaba mi viaje a Europa. Moví todas las herramientas que tenía a la mano para localizarte. Trotamundos incansable, fotógrafo de la National Geographic, tenía el mapamundi entero para intentar buscarte.
Seleccioné tu nombre de una lista de correos. Quería tener un amigo en cada país. Eras el único suizo. Respondiste mi breve carta de una sola hoja de papel bond con cinco maravillosos pliegos de papel cebolla, escritos –supongo- con pluma fuente y una caligrafía fantástica.
Descubrirte a través de tus letras fue un viaje extraordinario. Fotógrafo, agricultor, defensor de los animales, músico, pintor, poeta, viajero. Amigo de tu tiempo, habitante de tu tierra. Me acompañaste durante toda mi carrera. A veces se me juntaban tus cartas por la entrega de maquetas, exámenes. Siempre estuviste ahí. Con el comentario preciso cuando parecía flaquear. Y es que no era de contestar así nada más. Había que escuchar la sonata que mencionabas, leer el libro del que hablabas, investigar un poco sobre el país que visitabas y sentarme a disfrutar tus viajes, tus crónicas de vida vertidas en tus cartas.
Todo fue decirte que me gustaban los sellos, así nada más, para que de inmediato te dieras a la tarea de conseguirme estampillas del mundo entero –y aquí la frase es literal. Inundaste mi buzón con cientos de ellas. Después chocolates. Compartimos también, nuestro amor por Heidi. Te ponías celoso de Pedro, pero comprendías mi amistad con él. Encantador. Te regalé a Frida Kahlo, a Sabines, algo de música de mariachi y un bordado que me tomó todo un verano. Lo enmarcaste, poniéndolo en tu sala. Amé ese detalle.
Te ofrecieron cubrir un viaje a “La Quemada”, en Zacatecas, me escribiste por ahí de mayo. De inmediato te contesté. No te perdonaría haber estado en México y no conocernos, no darte ese abrazo que había nacido para ti. A mitad de Junio empezaba tu jornada. Contesté de inmediato rasguñando la posibilidad de coincidir. Era una carrera contra el sistema de correos y el tiempo. Dejé la carta en el buzón y seguí con mi vida.
Soy Paul Hari, vengo a ver a Nohemí. Así llegaste a mi casa aquella noche de verano dejando sorprendidos a todos mis hermanos mientras peleabas con el barandal chaparro que teníamos por reja. Bajaste de un taxi múltiples maletas y sin más pretendiste instalarte en el comedor. Sabedor de varios idiomas, muy apenas dominabas el español. Así que te comunicaste en inglés, en francés y alemán. Mostraste las cartas compartidas como salvoconducto que te antecedía.
Yo me paseaba por el centro de la ciudad, había ido al recién inaugurado Marco, ígnora total de lo que en mi casa ocurría. ¿Cómo iba a pensarlo? Suiza está muy lejos de México. El correo nunca se ha distinguido por puntual. Un mes mínimo de ida y vuelta las cartas. Pero ahí estabas en mi casa, en Agosto, bajo el calor canicular, sudando como no sé qué cosa bajo tu abrigo de pieles. Nunca tuve a bien preguntar tu edad, pero no me sorprendió que fueses un sexagenario correoso.Compartimos esa noche y el día siguiente.
Trajiste regalos. Esa, tú estoica sonrisa. Un auténtico reloj suizo. Una medalla de plata conmemorativa de Le Corbusier. Fotografías del proyecto que dirigí a distancia, pues me permitiste diseñar tu casa de la playa. Almendras de tu huerta. Cientos de sellos postales como si yo los coleccionara y varias clases de chocolate amargo. También pensaste en mi madre y le trajiste un delicado encaje. Guardo todos tus recuerdos como tesoros de mi presente que me recuerdan cuánto compartimos y cuánto me quisiste.

Hinojosa; Marzo 29 de 2006

Monday, March 20, 2006

Berlín 52

Automóvil desconocido en la cochera.
Portaplanos intruso en el recibidor.
La atmósfera tiene de sándalo esencia.
Suspiros ahogados denuncian la acción.
Desnudas tú y yo, como dos Evas.
Resbalan por la espalda gotas de sudor.
Ternura y pasión, dualidad perfecta.
Pupilas dilatadas, músculos en contracción.
Cuerpos invertidos, enfebrecidas lenguas.
Tan cerca y tan lejos la ropa quedó.
Qué breve y eterna se volvió la escalera.
El día que tu madre nos descubrió.


Hinojosa; Marzo 20 de 2006

Wednesday, March 15, 2006

Pues nada

El asunto siempre es renegar. Me enojé las veces pasadas con los temas que escogieron para escribir. Ahora tengo tema libre y es la misma cosa y no sé cómo empezar. ¿No era esto lo que quería?

La hoja blanca sigue siendo un reto. El lápiz quieto es el enemigo. Necesito un plotter y un USB debajo de la nuca para imprimir mis pensamientos así tal cual como van surgiendo. Arrancarle a lo efímero un pedacito de materia.

No le encuentro el hilo a esto de escribir. Todo empezó por no querer olvidar las cosas que me pasaban. Algún día las compartí, halagaron mi vanidad y seguí abriendo mi vida a los demás. Pero no siento tener técnica, ni me importa si son redondos o reiterativos, lo que sí me gusta y mucho es sentarme a escoger palabras para contar lo que me pasa.

También me gusta dibujar mi letra. Narcisa terrible. Me encierro en mí para salir más tarde. Algo qué contar, una anécdota nueva. ¿Cuál? Si todo lo que me pasa es para mí importante.

Mamá y su pierna enferma; papá y sus corajes; los líos en los que me metía teniendo al mismo tiempo pareja, movida y amante; los mensajitos encendidos en el celular; cicatrices por explicar; proyectos de negocio; sobrepeso, desempleo. Los pagos del coche, las pláticas en el taxi, los pleitos del bar, relatos de vida, relatos de amigas. Víctor, mi sobrino, cree que come caldo de Pterodáctilo y es tan feliz por ello; esos ojos verdes que me roban el alma, que no sé cómo domarlos y me derrito al mirarlos. Todo lo que me pasa lo quiero platicar.

Jorge insiste, sin saberme explicar, que soy muy descriptiva y poco narrativa. ¿Qué es eso? Ni él que lo dice me lo puede esclarecer. ¿A quién le importa? ¿Cuántos recuerdos pueden revivir con mis líneas? ¿Cómo se escoge un sólo tema siendo tan fascinante mi vida?

Sobrevivirme es un viaje emocional. De mí no me puedo ocultar. Me transparento en letras que denuncian esa he sido, esa soy. Así me comparto. Me releo en mi soledad. Y entonces concluyo que no tengo herramientas, ni técnica, ni escuela, ni tema para escribir, pero eso sí, me encanta poner en letras mi vida. Y nada más.

Hinojosa; Marzo 15 de 2006