Sunday, October 22, 2006

En el Zurich

Se sentó en la mesa. Por fin un sitio amigable después de toda esa mañana viendo extraños. Hojeó el menú. Nada se le antojaba, pero sabía que tenía que comer algo.

Recién había dejado su equipaje de nada en un hostal de tercera, compartiendo habitación con un francés, un hindú y un marroquí.

Contaba las horas para que fuera mediodía y poder así hablar al otro lado del mundo a que le giraran dinero y que de su agenda le dieran varios teléfonos.

A lo lejos, la Cruz de Calatrava, monumento insulto a su fe extraviada. Plaza Catalunya hirviendo en el sol de verano; ni una nube en el cielo azul cobalto, y a la derecha Las Ramblas.

Habían robado su equipaje la noche anterior en el trayecto Madrid-Barcelona. Parada en Zaragoza. Vio que se llevaban una maleta negra. Sí. Igual a la de ella, pero no le dio importancia. Sonrió.

Antes del llegar al Zurich había caminado desde Plaza Colón. Acarició con sus pisadas el mural adoquinado de Miró. Gaudí en los vitrales, fachadas, azulejos y chocolates. Dalí en los arbotantes.

Recordó las enseñanzas de su madre. “No hay mal que cantar no sane”. Se entona y lo intenta. Canta en su definición, se reafirma ante su falta de talento. Alguien se acerca. ¿Pero es que usté quiere que llueva? Atónita, nada contesta. Es que acá, en mi pueblo, cuando alguien canta así de desafinada como usté, decimos que va a llover.

Se le hace un nudo en la garganta. Recuerda otra vez el comentario hecho sin saña. Siente lástima de sí misma. No tiene ni un euro para ordenar. Cerró el menú y empezó a llorar.
Hinojosa; Octubre 22 de 2006

1 Comments:

At 10:11 PM, Anonymous Anonymous said...

Yo estuve en Zaragoza, pero nadie me robó nada y de hecho solo estuve ahí el tiempo suficiente como para comer e irme directo a Madrid.

Que loco.

 

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